viernes, 15 de agosto de 2014

La Isla . Never stop looking for what is not there



Abrió los ojos, tardó un tiempo para moverse, se levantó con pereza y encendió la radio, gustaba de escuchar las canciones de Juan Luis Guerra que colocaban cada día a esa hora.

Después de pasar por la fría ducha fue a su pequeña cocina con tope de madera rústica, entre elegante y pobre, empezó la rutina con cada paso que daba para hacer su café, dulce compañero de sus madrugadas en soledad. A través de su ventana de cristal de Miami vio a su fiel perro Tyko, ese blanco pitbull terrier que tanto le habían recomendado que no tuviera por peligroso. Tyko seguía cada uno de sus movimientos en silencio, tranquilo, esperando a su amigo de dentro de la casa.

Salió al patio, saludó con una caricia al perro y éste empezó a moverse a su lado, ambos fueron al asiento, él se arrellanó para degustar su negro néctar, sobre su regazo se acostó el can. Distraído veía la bella luna, era luna llena, parecía un enorme platón revestido de plata. Mientras sorbía la taza de café en su mano izquierda, aspiraba su aroma, sabor a campo, con la otra mano acariciaba la cabeza de Tyko, su pelo como la leche resaltaba en la oscuridad. Tranquilo y silencioso disfrutaba las caricias de su amigo, sus largas orejas descansaban de estar atento y vigilante toda la noche.

Una sola nube, larga y estrecha pasaba delante de la luna, lenta, sin prisa, como un sinfín que la partía en dos; de pronto un ruido en el jardín les sacó de su abstracción, un movimiento rápido sobre la grama, dos lagartos corren entre las hojas secas, se detienen, y vuelve el silencio, miran hacia el cielo y uno de ellos, el más grande, infla su garganta, como una vejiga translúcida, qué extraña puede ser la naturaleza algunas veces.

La brisa y el silencio le invitaban a meditar. Vino a su mente ese pensamiento raro sobre aquella isla,   era una escena ambigua, caos y paz convivían en ella. Sus amaneceres de veranos con lluvia, luz y sombra entre las gotas, ese olor a tierra mojada, a mujer cansada después de amar. A las hormigas, de tanto llover, les salían alas y se iban a refugiar en el porche de la cabaña junto al farol de luz intensa; bajo éste, del pasamanos de madera torneado al estilo inglés caía de vez en cuando una gota gruesa y solitaria que iba a parar al borde de la grama, justo donde se juntaba con el bordillo de tierra, acompañando a la anterior, iba haciendo un hueco como las heridas del amor. 

No sabía la razón, pero le daba paz, parecía una bella poesía, con nombre afrancesado, con calidez de mujer joven y olor a siempre te amaré. Puede que haya algo especial en ese lugar que nos enamora. Eso no pasa muy seguido pero a veces sacamos lo mejor de nosotros y allí estaba el momento y el lugar.

Tuvo de nuevo que volver a la realidad, ya no había café en la taza ni oscuridad en el cielo, ya salía el sol. Empezaban a cantar los pajaritos en el árbol, era hora de trabajar, pasó a su mesita, con sus largas manos tomó las hojas de papel. Revisó lo que había escrito la noche anterior. Al lado de su máquina de escribir estaba la nota de su secretaria, le había llamado insistentemente su mentor, él quería que sus escritos los revisara un corrector de estilo, quería que se perfeccionara la obra antes de lanzarla al aire, de exponerla al público. ¿Quién podría nombrarse juez de su locura? ¿Quién viviría su historia para decirle qué hacer? Ni siquiera él se atrevía a borrar una palabra o mover una coma o un punto, solo lo dejaba ser, lo escrito era vida, cambiarlo era como querer rehacer la historia pero la vida no tiene botón de pausa ni delete.

Al término de su lectura hizo un chasquido con los dedos, era su acostumbrada señal para la aprobación, le gustaba lo que veía en sus líneas, dio un pequeño golpe de felicidad en la mesita y la botella de Jack Daniel’s  Old No. 7 se fue al piso. Suerte que ya estaba vacía, porque de lo contrario sería un día que pasaría de muy mal humor y Lorena B, su secretaria, lo pasaría muy difícil. Todo esto le llenó la cabeza de ideas nuevas y como un impulso, fue haciendo notas al margen en su escrito, con tinta verde, la que decía le daba suerte y siempre era parte de sus éxitos, los más simples y los más notables. Puede que sea solo su imaginación o pura coincidencia pero si algo había de verdad es que siempre hallaremos un manuscrito en tinta verde antes de cada cheque cobrado.

En ese momento reprogramó el día, se fue su amado parque de las palomas y de allí llamó a su amigo, invitándole para comentarle su idea, hablarle sobre La Isla, y consultarle su parecer. Ellos se habían conocido por casualidad cuando coincidieron en un taller de ebanistería donde Manuel era el encargado de producción y calidad. Siempre le llamó la atención el que este taller estuviera al lado de una oficina de la compañía telefónica, no imaginaba todo ese polvo de madera volando por los aires entre las delicadas computadoras y los sistemas de comunicación del vecino, ni el olor fuerte de la madera recién cortada y de las pinturas y tratamientos anti termitas que debían usar en el espacio abierto donde se elaboraba cada puerta, ventana o mueble. Bonito era llegar a aquel lugar y ver entre troncos y madera curada a un gallo, dos perros, un chivo y la nueva cría de conejos del dueño del terreno. Era como la cabaña de Tío Tom pero con menos repercusión y valor social.

Desde ese día, lograron hacer una gran amistad, uno era ingeniero y el otro arquitecto, decidieron asociarse como hacían los caballeros, solo la palabra, el compromiso y un estrechón de manos. Llegaron a participar en varios proyectos juntos, pero ahora estaban cada cual por su lado, aunque mantenían su amistad franca y abierta. Al poco rato llegó el amigo, con tan poco ánimo que le quitaría la motivación a cualquiera para iniciar una nueva aventura, solo que ya nuestro personaje estaba muy alto para bajar.

Por los siguientes 40 minutos, su amigo le hizo una cantidad inmensa de preguntas, nada que ver con el tema. ¿Cuál es el nombre de esa flor? En ese momento recordó por qué siempre estaba triste el día de su cumpleaños, había nacido un 11 de septiembre, sus ojos se llenaron de lágrimas como aquel día aciago para toda la humanidad. Ocultó las incipientes lágrimas y, sacando al amigo de su desconcentración, empezó a contarle sus recurrentes pensamientos e imágenes sobre aquella isla, lo atractiva que le parecía y el extraño deseo de conocerla, de vivir cerca, de visitarla cada tarde al ponerse el sol. Amanecer sobre aquella tierra donde la lluvia hacía poesía y el sol se entremezclaba con el agua creando matices nuevos y la humedad daba sabores exóticos para compartir en el momento del café matinal. En eso se oía la voz del otro tratando de demostrar el porqué era mala idea su intención, podía conseguir obras del gobierno para construir escuelas, oficinas fiscales pero nunca esa locura de viajar a un lugar donde no conocía a nadie, las bajas temperaturas eran terribles, pero él no atendía a eso, su mente volaba lejos. Era una nueva y atractiva musa la que le llamaba y desde ya le inspiraba a escribir temas inéditos para su vida.

Las palabras de Jeanette Winterson  retumbaron en su cabeza. “si la gente está arriesgando su vida para leer,” Winterson dijo, “entonces hay algo en el acto de leer que el resto de nosotros hemos olvidado.” Acababa de leer por nueva vez su opera primaOranges Are Not the Only Fruit. Entonces quiso poner a prueba a su interlocutor, saber si estaba preparado para entenderle y para aconsejarle. Le interrumpió para preguntarle:
-¿Qué tú ves al final de la calle?
-Nada, solo una calle.
-Usa tu imaginación, como Peter Pan.
-No, nada.
-¿Oyes la Serenata de Beethoven? ¿Su sonata para piano No. 8?
-¡Estás loco! Parece como si vivieras en esa isla que mencionaste, ¿No es esa una forma de locura? ¿Te sientes solo?
-Todos vivimos en La Isla, ser el solitario o compartirla es decisión nuestra. Podemos quedarnos en la orilla y soñar que vamos al otro extremo del mundo, o hacer lo apropiado, quizás una balsa, e ir por nuestros sueños.
Si no tienes ayuda, o no entienden la importancia que le das para hacer tu balsa, toma tus troncos, únelos y con paciencia átalos y haz fuertes lazos de vida. Sé audaz y estarás en The Belle.
-¿The Belle? ¿De qué me hablas? 
-Déjame contarte:
En 1768, el rey George aprobó a McDougal la propiedad de la isla Hog por un monto de  194 libras esterlinas, prenda preciosa… -a este personaje le parecía una bella señorita a pesar de sus 246 años y haber pasado por 813 libras esterlinas a un tal Will Macomb.
Al día de hoy, un faro está construido en el extremo este, es la gema de la isla, junto a una fuente de mármol blanco al lado del lago. Sus poemas y sus cuentos tenían que contar de las noches y tardes de ese lugar.

No puedes hablar y mucho menos escribir de lo que no conoces, por eso se decidió ir a conocerla,  Soñaba con encontrarse de nuevo con Charlotte O’Neal, la que decía cuando la vio por primera vez: Esta casa ha estado en mi familia por 83 años y no se va a quemar mientras yo esté aquí. Y si no era Charlotte, era una Charlotte look-a-like, muy rubia, muy americana, una real Detroiter.

 

Era él un arriesgado y decidido jugador de la vida, iba al todo o nada cuando le interesaba una idea, era muy lejos de ser un Wanna be conformista. Era como Tyko, mordía y no soltaba. Siempre conseguía lo que quería, al menos, eso creía él para sus adentros. Se dijo a sí mismo: La verdad es, todas las personas de éxito que yo conozco lo obtuvieron de la misma forma; disfrutando de su trabajo, ganando experiencia, siendo pacientes, y finalmente, cuando la oportunidad de tener su propia luz llegó, ellos tomaron el toro por los cuernos y lo hicieron.

No sé si fue Morgan Freeman, o su personaje Morty Wildhorn, o lo que vivió él personalmente lo que le inspiró este reto. La mayoría de las veces la vida no llega a ser mejor que la fantasía. Muy a pesar de lo que contaba Morty, en verdad Bukaroo no es un premio literario, es una forma de llamar a un cowboy de la Gran Cuenca y California de los Estados Unidos, transformando al inglés la palabra en español vaquero. Pero el Buckaroo es un ser rústico, soñador, luchador solitario, era su retrato, la imagen en su espejo.

Sonrió y se digo a sí mismo: Creo que puedo sobrevivir conduciendo un Volvo el resto de mi vida, aunque hubiera preferido un Veloster.

Se dirigió con seguridad y le habló al cónsul: Buenas tardes, estoy aplicando para una comunidad de escritores en Detroit, ellos me garantizan una vivienda propia con título de propiedad en Hamtramck y me guían…  
Se va a una ciudad en bancarrota que no conoce, que no le conoce, a creer y a crecer juntos, Detroit, esperanza entre las ruinas.

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