Hablemos de Amor
Hurgaba en mi mente como
todas las mañanas en tiempos de café, el aire fresco venido del norte me hacía
necesidad del abrazo pasivo, de esos cálidos y largos sin más intención que no
sea acunar, proteger a quien lo recibe; y de mi caja de Pandora particular fui
sacando morriñas, lecciones y esperanzas renovadas.
De años lejanos, pero no
tanto, llegaron a mí las tiernas definiciones de amor de aquellos pequeños: “Amor
es cuando veo a mi abuelito pintarle las uñas de los pies a mi abuelita. Ella
siempre lo hacía para verse bien para él, pero ya no puede.” Decía Greta, 8 años. “Yo
me di cuenta de qué es amor cuando mi amiguito me regaló el último pedazo de su
postre.” Comentaba Rita, 12 años. “Veo a mi papá siempre tomado de la
mano de mi mamá, eso es amor.” José, 7 años. Hay cosas que ellos no dicen explícitamente,
quizás por su corta edad, razonará el lector,
yo me inclino a pensar que ellos entienden mejor la realidad de que en
el verdadero amor no se necesita mucha explicación, es darse, es cuidar, es
hacer sentir.
Pero se me antoja que hoy
debo analizar esos mensajes, lo que no se dice directamente en cada una de
estas frases: La abuela de Greta siempre se cuidaba de estar bella, hasta el
detalle de las uñas de los pies bien pintadas, para él, para su disfrute, para
hacerlo sentir agradado, atendido; no para su ego, no para lucir a otros, no
para dar envidia a las otras mujeres. Y él con su acción le demostraba su
agradecimiento de muchos años y que su admiración y amor todavía le pertenecían
a ella. Rita, una pre-adolescente comenzando a conocer el amor desde otra
perspectiva, ha visto en el sencillo desprendimiento de este chico, una muestra
de entrega de todo lo que tiene y en exclusiva para ella, hasta el último
pedazo de postre que de buenas ganas se habría comido él hasta las migajas. Y
José, maduro a sus siete abriles, vio muestra abierta de compromiso de sus
padres, no se avergüenzan de andar agarraditos de la mano como quinceañeros y
muestran a la sociedad pertenencia, son el uno para el otro.
¿Dónde está el secreto de
estas parejas? La noticia no es muy halagüeña, no existen fórmulas que
garanticen nada en el amor, y lo que ha sido bueno para unos ni remotamente se
aplica para todas las parejas ni en todos los tiempos. Quizás sea importante
que tomemos conciencia de cuáles son los frutos del amor, éstos son armonía,
paz y felicidad; todo lo demás es dado en añadidura, de manera que si tenemos
estas tres cosas, la carencia de atracción física, buen sexo y pasión que
vienen con el devenir de los tiempos vividos y con la edad, son grandemente
compensados. Procuremos pues estos frutos, y el eje principal de los tres es la
armonía, estar en consonancia con su pareja; la forma de alcanzar esto es dar,
dar amor, darse en cuerpo entero, dar su tiempo y su espacio. Y mientras más
demos, más sólida será esta armonía tan
imprescindible para obtener los otros dos, sin ella, no habrá más que
espejismos pasajeros de tener un amor para vivir.
Pero se supone que debo
recibir, diría el lector, y está en lo cierto y en pleno derecho, pero la razón
del amor es dar, no recibir; es por eso que uno no ama solo, ama en pareja, para
que él se ocupe de dar a ella amor y ella se ocupe de que él reciba el suyo. En
una situación ideal, ninguno de los dos ha de preocuparse por recibir ni de
cuanto recibo por el amor que entrego, pero eso es utopía, no hay esa
perfección pero debemos aspirar a ella y luchar por alcanzarla.
Si difícil nos resulta
estar en todo momento en armonía, la paz es retada constantemente por fuerzas
que buscan su desequilibrio y su ruptura. Tanto es así que la paz de una pareja
pende, en primera instancia, de la paz individual de cada uno de los actores,
con sus propios dolores, con sus traumas y complejos que le ha regalado la vida
antes de conocerse uno al otro; después vendrá a incidir la manera como
interactúen ambos de frente a la vida en común y sus retos y por último cómo
enfrentan los ataques a esta armonía y a esta paz que vienen de los más
cercanos, sean éstos viejos amores, familiares insidiosos o amigos. Vamos a
estar claros, éstos serán siempre los mayores peligros para una buena pareja,
aun cuando actúen con buenas intenciones, porque tienden a ser parciales y esto
ya es una ruptura.
Y la tercera pata del
trípode que mantendrá estable y permanente el amor, es la felicidad, y ahí solemos equivocarnos
magistralmente, la felicidad del ser humano es su búsqueda constante mientras
vida tenga, ahí se la juega todas, para encontrar la felicidad. Entonces, el
quid de este asunto es buscar nuestra felicidad, no la del otro, aunque parezca
contradictorio y sumamente egoísta. Si no somos nosotros felices primero que
todo y todos, hemos perdido en la vida, y quien pierde no tiene amor para dar a
nadie.
¿Entonces es tiempo vano
y perdido? Para nada, es todo ganancia si actúas así, la enseñanza cristiana es
un manual de vida, no una cosa lejana y etérea. No tienes que ser creyente para
ser práctico y hasta empírico y dialéctico si deseas; es solo aprender la
lección: “Ama
a tu prójimo como a ti mismo”, donde para fines
reales, tu prójimo es tu gente cercana, tu pareja, no los niños que mueren de
hambre en África, pues por ellos no puedes hacer nada que no sea una donación o
hacerte activista por la paz e igualdad, lo cual no es malo, es plausible pero solo
plausible si logras enderezar tu cercanía, tu entorno familiar, lo demás sino
puede ser puro escapismo. Y, si es “como a ti mismo” es que tú eres el primer
amor, a quien debes hacer feliz, solo que si entendiste algo de esta batalla de
letras, tu felicidad completa la encontrarás viéndote en el espejo de tu pareja
y viendo su sonrisa y que ésta sea
producto de todo lo que le has entregado y tan solo entonces podrás
decir: Soy feliz porque he amado.
El
Amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar ni se hace el
importante. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. El Amor no se deja
llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra de
algo injusto y siempre le agrada la verdad. El Amor disculpa todo; todo lo
cree, todo lo espera y todo lo soporta.
El
Amor nunca pasará.
1
Corintios 13, 4-8