Estás en la Otra Orilla
Este atardecer de fresca primavera camino en
silencio por la playa soñada, donde prometimos unir nuestras vidas, donde los
más cercanos habrían de celebrar este encuentro de dos almas errantes. Aquí o
en algún sitio parecido serían nuestras noches de mieles para impregnar con
nuestros perfumes escondidos las telas en rosa que nos cobijan en el festejo
más íntimo.
Dos diminutos cangrejitos parecen caminar de la
mano, uno con su manita más pequeña de azul y el otro con la suya fuertemente
atada y de rosa; me presienten y huyen con prisa como sonando carcajadas
picarescas, van de dulzura en sal y arena.
Mis pies descalzos reciben la caricia de la
arena tibia de la tarde rojiza, una breve y tímida brisa venida del mar me trae
el sonido de llamada de un balandro en la lejanía, mientras me besa para que no
olvide. Hay silencio cortado por el agua que llega y se postra mansa, aquella
que termina disminuida en su recorrido hasta rozar mi presencia en lo bajo como
cosquillas de haditas.
El pelo de mi spring look se mece sobre mi
frente movido por aleteos de las mariposas recordando su efecto, donde la
casualidad se las ingenió para armar una nueva historia de una Julieta con
bucles rubios y sonrisa de ensueño. Algo se mueve sobre el terreno suelto.
Detienes tu caminar y te acercas, yo juego con
la arena haciendo un remolino, tú dibujas algo raro parecido a un corazón,
abrazas y besas con pasión, te miras en los ojos que siempre amaste. Tus manos
bajan sobre el pecho de hombre seguido por tu mirada, vuelves a besar, ahora
con sonoridad. Regalas tu bella sonrisa, eso único que ha de perdurar en mis
recuerdos.
Un rayo de luz de la tarde hiere tus pupilas
por unos instantes, una bocanada de la mar parece decir tu nombre con el timbre
de mi voz, solo para tus oídos y una lágrima se obliga a salir de tu mirada.
Volteas para ocultarla mirando hacia el mar; hacia el mar se dirige la vista
mía y la callada noche llega para recordarme que estás en la otra orilla.
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