sábado, 2 de agosto de 2014

Estás en la Otra Orilla

Este atardecer de fresca primavera camino en silencio por la playa soñada, donde prometimos unir nuestras vidas, donde los más cercanos habrían de celebrar este encuentro de dos almas errantes. Aquí o en algún sitio parecido serían nuestras noches de mieles para impregnar con nuestros perfumes escondidos las telas en rosa que nos cobijan en el festejo más íntimo.

Dos diminutos cangrejitos parecen caminar de la mano, uno con su manita más pequeña de azul y el otro con la suya fuertemente atada y de rosa; me presienten y huyen con prisa como sonando carcajadas picarescas, van de dulzura en sal y arena.



Mis pies descalzos reciben la caricia de la arena tibia de la tarde rojiza, una breve y tímida brisa venida del mar me trae el sonido de llamada de un balandro en la lejanía, mientras me besa para que no olvide. Hay silencio cortado por el agua que llega y se postra mansa, aquella que termina disminuida en su recorrido hasta rozar mi presencia en lo bajo como cosquillas de haditas.

El pelo de mi spring look se mece sobre mi frente movido por aleteos de las mariposas recordando su efecto, donde la casualidad se las ingenió para armar una nueva historia de una Julieta con bucles rubios y sonrisa de ensueño. Algo se mueve sobre el terreno suelto.

Detienes tu caminar y te acercas, yo juego con la arena haciendo un remolino, tú dibujas algo raro parecido a un corazón, abrazas y besas con pasión, te miras en los ojos que siempre amaste. Tus manos bajan sobre el pecho de hombre seguido por tu mirada, vuelves a besar, ahora con sonoridad. Regalas tu bella sonrisa, eso único que ha de perdurar en mis recuerdos.

Un rayo de luz de la tarde hiere tus pupilas por unos instantes, una bocanada de la mar parece decir tu nombre con el timbre de mi voz, solo para tus oídos y una lágrima se obliga a salir de tu mirada. Volteas para ocultarla mirando hacia el mar; hacia el mar se dirige la vista mía y la callada noche llega para recordarme que estás en la otra orilla.



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